Las
aplicaciones móviles para transporte público, como tappsi y easy taxi, tienen
contra las cuerdas a las tradicionales empresas de taxis. ¿Cómo han reaccionado
los ‘dueños’ del negocio en la capital frente a esta amenaza para su monopolio
o proceso de destrucción creativa en el que se encuentran?
Según
diversas fuentes, en lugar de apuntarle a desarrollos más creativos y poderosos
los representantes de Taxis Libres y Taxi Imperial están buscando la manera de
‘bloquear’ jurídicamente la operación de las aplicaciones alegando que no son
una empresa autorizada para afiliar a los conductores del gremio. Y no es para
menos pues de acuerdo con entrevista concedida por Uldarico Peña, gerente de Taxi Imperial,
al diario El Tiempo sus afiliados pagan $ 255.000 mensuales por ese concepto.
En el
mismo texto Peña dice que tienen afiliados a 1.100 conductores. Una
multiplicación simple da cuenta de $ 280.500.000 mensuales que entran a las
arcas de Taxi Imperial, sin que tenga que responder por costos de seguridad
social, ni parafiscales de sus afiliados.
En
cambio, una compañía como Tappsi estuvo casi dos años ofreciendo el servicio
gratis a sus usuarios para demostrar sus beneficios y recientemente decidió
empezar a cobrarles $ 35.000, según me confirmaron varios conductores con los
que hablé la semana pasada. Es decir, un 14% menos de lo que cobra la
afiliadora. Si se le suma un servicio decente de datos estaríamos hablando de
aproximadamente $ 70.000 al mes.
Este es
el claro ejemplo de lo que Daron Acemoglu y James A. Robinson definen como la
destrucción creativa, en su libro ¿Por qué fracasan los países? Este texto, que
espanta de primera por su voluminosidad, me lo recomendó con un singular
entusiasmo el exministro de Hacienda,
Juan Carlos Echeverri. Una de las teorías que se plantean es que el atraso o
desarrollo de una sociedad está dado por su capacidad para enfrentar la
destrucción creativa que plantean las innovaciones tecnológicas, creando
mejores instituciones y condiciones para que ese proceso tenga éxito en
beneficio de muchos y detrimento de los intereses de unos pocos grupos
dominantes.
Durante
años el transporte público de la capital ha estado en manos de las
tradicionales afiliadoras de taxis y ahora se les aparecieron unos ‘gatos’ que
con una sencilla innovación hacen tambalear su lucrativo negocio. El pataleo de
Don Uldarico ya se ve y la Supertransporte investiga por la ‘ilegalidad’ de los
cobros de propina a quienes prestan el servicio por estas aplicaciones.
Yo varias
veces he pagado propinas de $10 mil y $15 mil a taxistas de las empresas de Don
Uldarico para que acepten llevarme a un determinado sitio o me recojan a una
hora específica. ¿Será que si no se ofrece ese beneficio aceptan pasar por la
casa de uno en plena hora pico cuando el call center de Don Uldarico pone una
máquina diciendo que no tiene conductores disponibles?
Y eso sin
contar las veces que he solicitado el ‘servicio público’ por teléfono y me han
dejado una hora oyendo la odiosa melodía mientras ‘están buscando un taxi cerca
de usted’. Que no nos vengan con cuentos.
Es el
momento para que Don Uldarico y sus colegas empiecen a trabajar en cómo van a
enfrentar esta destrucción creativa que hoy los amenaza y le otorga más poder a
los usuarios finales y sus clientes, los taxistas. Seguramente no les quedará
grande y podrán ofrecer más servicios que garanticen la disponiblidad,
oportunidad y seguridad en la prestación del servicio.
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