lunes, 2 de junio de 2014

La destrucción creativa y los taxis

Las aplicaciones móviles para transporte público, como tappsi y easy taxi, tienen contra las cuerdas a las tradicionales empresas de taxis. ¿Cómo han reaccionado los ‘dueños’ del negocio en la capital frente a esta amenaza para su monopolio o proceso de destrucción creativa en el que se encuentran?

Según diversas fuentes, en lugar de apuntarle a desarrollos más creativos y poderosos los representantes de Taxis Libres y Taxi Imperial están buscando la manera de ‘bloquear’ jurídicamente la operación de las aplicaciones alegando que no son una empresa autorizada para afiliar a los conductores del gremio. Y no es para menos pues de acuerdo con entrevista concedida por Uldarico Peña, gerente de Taxi Imperial, al diario El Tiempo sus afiliados pagan $ 255.000 mensuales por ese concepto.

En el mismo texto Peña dice que tienen afiliados a 1.100 conductores. Una multiplicación simple da cuenta de $ 280.500.000 mensuales que entran a las arcas de Taxi Imperial, sin que tenga que responder por costos de seguridad social, ni parafiscales de sus afiliados.

En cambio, una compañía como Tappsi estuvo casi dos años ofreciendo el servicio gratis a sus usuarios para demostrar sus beneficios y recientemente decidió empezar a cobrarles $ 35.000, según me confirmaron varios conductores con los que hablé la semana pasada. Es decir, un 14% menos de lo que cobra la afiliadora. Si se le suma un servicio decente de datos estaríamos hablando de aproximadamente $ 70.000 al mes.

Este es el claro ejemplo de lo que Daron Acemoglu y James A. Robinson definen como la destrucción creativa, en su libro ¿Por qué fracasan los países? Este texto, que espanta de primera por su voluminosidad, me lo recomendó con un singular entusiasmo el  exministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverri. Una de las teorías que se plantean es que el atraso o desarrollo de una sociedad está dado por su capacidad para enfrentar la destrucción creativa que plantean las innovaciones tecnológicas, creando mejores instituciones y condiciones para que ese proceso tenga éxito en beneficio de muchos y detrimento de los intereses de unos pocos grupos dominantes.

Durante años el transporte público de la capital ha estado en manos de las tradicionales afiliadoras de taxis y ahora se les aparecieron unos ‘gatos’ que con una sencilla innovación hacen tambalear su lucrativo negocio. El pataleo de Don Uldarico ya se ve y la Supertransporte investiga por la ‘ilegalidad’ de los cobros de propina a quienes prestan el servicio por estas aplicaciones.

Yo varias veces he pagado propinas de $10 mil y $15 mil a taxistas de las empresas de Don Uldarico para que acepten llevarme a un determinado sitio o me recojan a una hora específica. ¿Será que si no se ofrece ese beneficio aceptan pasar por la casa de uno en plena hora pico cuando el call center de Don Uldarico pone una máquina diciendo que no tiene conductores disponibles?

Y eso sin contar las veces que he solicitado el ‘servicio público’ por teléfono y me han dejado una hora oyendo la odiosa melodía mientras ‘están buscando un taxi cerca de usted’. Que no nos vengan con cuentos.


Es el momento para que Don Uldarico y sus colegas empiecen a trabajar en cómo van a enfrentar esta destrucción creativa que hoy los amenaza y le otorga más poder a los usuarios finales y sus clientes, los taxistas. Seguramente no les quedará grande y podrán ofrecer más servicios que garanticen la disponiblidad, oportunidad y seguridad en la prestación del servicio.

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