lunes, 25 de noviembre de 2013

¿Y de la corrupción quién podrá defendernos?

El discurso con el que el presidente Juan Manuel Santos lanzó su candidatura a la reeleeción dejó un gran vacío en un tema que a todos nos afecta: la corrupción. Y es que no basta con hablar sobre la generación de empleo si este flagelo sigue desangrando a buena parte del sector privado colombiano e incrementando los costos de operación.

Por cuenta de funcionarios corruptos quienes no ‘contribuimos’ estamos condenados a que nuestros procesos sean más demorados y tortuosos. Y se ha ido generando una cultura de la desconfianza en la que una visita de un funcionario pública despierta toda clase de suspicacias.
Lo más triste es que los funcionarios honestos son mayoría, pero los deshonestos parecieran ser los más poderosos. El caso de los Nule, en donde la seguidilla de noticias en donde salpican a varios funcionarios de alto nivel cada día genera más confusión.


Infortunadamente la corrupción también crea un ambiente de desconfianza mutua, en la que el empresario desconfía del funcionario público y el funcionario público ve al empresario como un potencial delincuente. Generar empleo no basta, si en este país los pocos políticos y empresarios corruptos no se robaran la plata de nuestros impuestos estaríamos en mejores condiciones de combatir la pobreza, impulsar el emprendimiento y disminuir los costos de operación de las empresas para que puedan competir en condiciones más justas.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Todos necesitamos la AMP

Antes me daba pena reconocerlo, pero ya no: Yo soy de las que sí cree en la literatura de autoayuda. A Coelho lo superé hace muchos años, al igual que a Louise Hay y Deepak Chopra pero siempre habrá clásicos de este género que nos ayudarán a echarle un poco más de gasolina a nuestros días, especialmente cuando sentimos que las cosas no salen como esperábamos. La actitud mental positiva: un camino hacia el éxito, de Napoleón Hill y Clement Stone, llegó a mis manos gracias a un gran empresario y me ha contagiado de una increíble AMP, con la que espero contagiar a muchos.

De los cientos de empresarios que he tenido la fortuna de entrevistar sólo uno  me sorprendió por su increíble pesimismo. Y eso fue hace muchos años, cuando visité una planta de jugos al sur de Bogotá. 

Casi terminamos llorando juntos: por lo difícil que es hacer empresa en Colombia, los altos costos de los créditos, la usura de los impuestos y miles de problemas más que tenía en su cabeza. 

Afortunadamente, cuando ya me encontraba a punto de botar la maleta en mi idea emprendedora entró a la oficina su socio, un hombre luminoso, lleno de energía, rebosante de entusiasmo y con una clara visión de lo que quería en su negocio.

El alma me volvió al cuerpo y no me despegué de él por el resto de la visita. Hoy la empresa sigue adelante y no me queda duda de que es por la energía de este hombre que las cosas han marchado. Lo que sí no he logrado entender es cómo no se ha contagiado del espíritu derrotista de su socio.

En los nueve años de vida de nuestra empresa también he visto pasar muchas personas negativas, aquellas que parecieran tener una nube negra sobre su cabeza. De las que se quejan todo el tiempo y contagian a todo aquel que se acerca. No han durado mucho con nosotros pero en el poco tiempo que han estado sí han hecho un gran daño. De ahí la necesidad de mantenernos siempre alertas sobre este tipo de personajes para neutralizarlos y evitar que ese terrible virus de la AMN (actitud mental negativa) afecte a todo el equipo.


Afortunadamente no existe un solo camino hacia la AMN. Si no es de los que lee libros entonces inténtelo viendo algún documental sobre empresarios exitosos o cultive su espíritu con el poder innegable de la oración, rodéese de gente que vibre con las cosas buenas de la vida. Para tener éxito en la vida primero hay que sentirse exitoso y estar seguro de que toda situación que aparece es solo un peldaño en la escalera del crecimiento personal.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Tercos o tozudos

Hace unos años tuve la oportunidad de vivir un proceso con un grupo de mentores, que evaluó aspectos clave de mi negocio. Al final de la charla uno de ellos, que insistía en intentar modificar los planes que tenía previstos para el desarrollo de la empresa me miró desafiante y me dijo: “Parece que es usted bastante terca”. El tono era de franca desaprobación y me dejó un tanto lesionado el ego. Pero evaluando en la distancia la experiencia, realmente he entendido que a la mayoría de quienes deciden emprender les tildan de tercos en algún momento de la vida.

Yo prefiero la palabra tozudo, que se define como aquél que no se rinde. ¿Acaso no se requiere ser terco para continuar adelante a pesar de las dificultades, de las decepciones, de las lágrimas y de las piedras que se aparecen en el camino de todo emprendedor? ¿No hay que llevarle la contraria a medio mundo, incluida la familia, para concretar una idea de negocio aunque las ofertas de empleo sean grandes y generosas?

En aquel momento no asumí bien la crítica, pero ahora lo veo como algo constructivo. Ese mentor pudo detectar en mí, en apenas unos minutos, el ingrediente clave para mantenerse firme ante las tormentas. Claro que soy terca, lo he sido y lo seguiré siendo, esa es la gran fuerza que mantiene a mi equipo tranquilo cuando las cosas no salen bien, y la que los orienta cuando se piensa en el futuro.

Claro, no lo digo con la altivez de quien piensa que no se equivoca jamás. Por el contrario, sé que para continuar adelante es necesario escuchar, evaluar, sopesar y tomar decisiones. También estoy consciente de que el cambio es la única manera de sobrevivir y consolidarse.  Pero quien quiera medírsele a la aventura de emprender tiene que evaluar primero su nivel de terquedad, de lo contrario se lo pasará como una veleta, que se voltea de un lado a otro de acuerdo con las circunstancias o las opiniones ajenas.