Hace algunos años, cuando mi hijo mayor era aún muy pequeño me acompañó un sábado a trabajar a la empresa. Después de un rato de juegos, junto a mi escritorio, se me acercó y me dijo: "cuando sea grande yo voy a ser el jefe". Esa frase me emocionó y al mismo tiempo me inquietó ¿Cómo lograr que conserve esa misma idea en unos años? ¿Cómo guiarlo para que algún día llegue a ser el mejor empresario?
Definitivamente no hay una fórmula secreta para lograrlo, por eso muchas empresas suelen perder el rumbo una vez se realiza el cambio generacional. Otras, por el contrario, se revitalizan y emprenden una nueva etapa productiva.
¿Hasta dónde debemos comprometer a nuestros hijos con el futuro denuesta empresa? Hace poco escuché una entrevista al hijo de Arturo Calle, me enteré de que inicialmente había estudiado medicina, pero el llamado de su padre lo llevó a vincularse al negocio, con apenas 26 años de edad. Hoy recibe una gran empresa y el reto de internacionalizarla. Pero me asalta una duda ¿No sería más feliz si se hubiera dedicado a la medicina y el señor Calle hubiera preparado a un tercero con todas las de la ley? Eso sólo ellos lo saben.
Lógicamente, la mayoría de los empresarios aspiramos a que nuestros hijos manejen lo que construimos con esfuerzo y sacrificios, aunque algunas veces habría sido mejor no dejar algunos negocios en manos de un hijo no capacitado para continuar la labor.
Formar hijos con alma emprendedora sí es posible, pero exige trabajar en ese propósito desde que son niños, aquí van algunas ideas:
1. Comparta el espacio empresarial con sus niños: con cierta regularidad invítelos a la oficina, comparta sus logros con ellos, vincúlelos con parte del personal y promueva el interés de ellos en diferentes aspectos del negocio.
2. Enséñeles el valor del esfuerzo: si es de los padres que les da de todo a sus hijos apenas abren la boca está cavando la tumba de su empresa. Los niños deben entender que la plata no la regala el cajero automático, pero además tienen que disfrutar ganársela.
3. Cultive hijos capaces de soportar el fracaso y la frustración: los padres de hoy no queremos que nuestros hijos sufran lo más mínimo y ese empeño está generando hijos dictadores, depresivos o frustrados que no son capaces de superar sus caídas. ¿Quién dijo que las mejores personas nunca han sufrido? Por el contrario, los mejores seres humanos se han formado bajo situaciones de gran sufrimiento y carencia. Esto no significa que debamos ponerlos a pasar hambre, pero sí que los hagamos conscientes de lo afortunados que son y de su responsabilidad social con quienes no tienen las mismas oportunidades.
4. Enamórelos de su empresa, pero no los case con ella: no hay nada peor que un matrimonio obligado. El proceso de amor verdadero se construye con los años, no se les puede inyectar amor del bueno de un día para otro. Antes deben ver lo bueno y lo malo de asumir las riendas de un negocio, y tomar decisiones conscientes, libres y maduras.
5. Foguearlos en otros ambientes: siempre será muy útil que los hijos que han decidido asumir su rol como empresarios hagan un tránsito en otra empresa, así aprenderán cómo es ser empleado, serán tratados como un profesional más y aprenderán a rendirle cuentas a un tercero.
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