El espectáculo que estamos presenciando entre los diversos
poderes del país da pena, un show digno de la vecindad del Chavo del 8. Nunca
como ahora había yo visto la politiquería en todo su esplendor: el presidente
hablando abiertamente de la mermelada, el procurador descabezando a dedo a sus
enemigos, el fiscal sacándole la lengua al doctor Ordoñez, para apenas citar
algunos ejemplos.
¿Ya no queda un poder público digno de respeto en Colombia?
Es tan grande la exposición mediática que situaciones como la del Mira sirven
para ‘darle un respiro’ a los colombianos y fijarnos en las miserias de otros
personajes. ¿Sabe alguien cuáles son las propuestas de los candidatos a ser
honorables congresistas? ¿Con qué criterio elegiremos a los padres de las leyes
nacionales? Con tanto escándalo muy pocos tenemos claro a quién le daremos la
potestad para hablar por nosotros en el seno del legislativo.
Para generar publicidad gratuita ya el senador Benedetti
hizo un mini escándalo con una propaganda pro gay que circuló por las redes
sociales, la televisión y otros medios a cero costo. También hay vallas con las
caras de los mismos con las mismas.
Pero menos claro está el panorama para elegir presidente. Da
pena, pero todo apunta a que Juan Manuel Santos va a ganar por W, es decir, por
falta de mejores candidatos. Seguramente con tanta mermelada que han ido
entregando en las regiones pocos se le quieren medir a un desgaste emocional y
político para quedar mal ante el electorado.
Para mi salud mental, decidí no ver más noticieros de
televisión, ni siquiera seguirle la cuerda al circo de Petro, Ordoñez y
Montealegre. Haré lo mismo que hago cuando hay un partido de fútbol, oigo de a
raticos, miro cuando meten un gol y al final pregunto quién fue el jugador destacado.
No vale la pena gastarle un minuto a este circo, cuando tenemos tanto por hacer
para sacar adelante a este país. Lo que sí espero es que en algún momento le
metan la mano a la corrupción, única culpable de todo lo que estamos viviendo.
Yo pongo mi granito de arena: “Cero tolerancia a la
corrupción”.
El pasado fin de semana hablé con un amigo Británico que vivió un par de años aquí, y al contrario de lo que suele pasar con los extranjeros que deciden quedarse porque se enamoran de nuestro país, el dice que una de las razones por las que se fue es que nosotros como pueblo dejamos que nuestros gobernantes abusen de nosotros a través de la corrupción. Triste, pero cierto.
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