lunes, 11 de noviembre de 2013

Tercos o tozudos

Hace unos años tuve la oportunidad de vivir un proceso con un grupo de mentores, que evaluó aspectos clave de mi negocio. Al final de la charla uno de ellos, que insistía en intentar modificar los planes que tenía previstos para el desarrollo de la empresa me miró desafiante y me dijo: “Parece que es usted bastante terca”. El tono era de franca desaprobación y me dejó un tanto lesionado el ego. Pero evaluando en la distancia la experiencia, realmente he entendido que a la mayoría de quienes deciden emprender les tildan de tercos en algún momento de la vida.

Yo prefiero la palabra tozudo, que se define como aquél que no se rinde. ¿Acaso no se requiere ser terco para continuar adelante a pesar de las dificultades, de las decepciones, de las lágrimas y de las piedras que se aparecen en el camino de todo emprendedor? ¿No hay que llevarle la contraria a medio mundo, incluida la familia, para concretar una idea de negocio aunque las ofertas de empleo sean grandes y generosas?

En aquel momento no asumí bien la crítica, pero ahora lo veo como algo constructivo. Ese mentor pudo detectar en mí, en apenas unos minutos, el ingrediente clave para mantenerse firme ante las tormentas. Claro que soy terca, lo he sido y lo seguiré siendo, esa es la gran fuerza que mantiene a mi equipo tranquilo cuando las cosas no salen bien, y la que los orienta cuando se piensa en el futuro.

Claro, no lo digo con la altivez de quien piensa que no se equivoca jamás. Por el contrario, sé que para continuar adelante es necesario escuchar, evaluar, sopesar y tomar decisiones. También estoy consciente de que el cambio es la única manera de sobrevivir y consolidarse.  Pero quien quiera medírsele a la aventura de emprender tiene que evaluar primero su nivel de terquedad, de lo contrario se lo pasará como una veleta, que se voltea de un lado a otro de acuerdo con las circunstancias o las opiniones ajenas.


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