martes, 2 de julio de 2013

Espejito, espejito

Había una vez un presidente de un país suramericano, que soñaba con ser el más moderno, el más justo y el más seguro. Con su idea en mente todos los días le preguntaba a un espejo mágico que le manejaba las finanzas: espejito, espejito ¿cuál es el país más justo, más moderno y más seguro? A esto el espejo, que se llamaba Mauricio, le contestaba: el tuyo rey presidente, Colombia es el país más justo, más moderno y más seguro.

Mientras este Rey Presidente se inscribía en los clubes más exclusivos del mundo, en el que sólo recibían a los países más justos, modernos y seguros, la industria de su país caía a un ritmo acelerado, los agricultores realizaban paros cada dos meses inconformes por las condiciones que enfrentaban y los exportadores mantenían sus ventas en los mismos niveles del 2008.

Feliz de ser el rey presidente del país más moderno (aunque la infraestructura no diera para competir en costos con otros reinos del norte, el este y el oeste), justo (a pesar de que la informalidad laboral siguiera por encima del 60%) y más seguro (aunque asesinaran a un agente de la DEA en un cotidiano paseo millonario en una zona exclusiva de la capital), este noble mandatario viajaba con frecuencia a otros reinos a mostrar los números que su espejito mágico le entregaba para que sacara pecho en esas nobles cortes.

Y, claro, los reyes presidentes de esas otras latitudes alababan la libreta de cifras del rey presidente al punto que le dieron una calificación BBB para reconocer su labor en materia de deuda pública,  Con esta noticia, el rey presidente se entusiasmó tanto que solicitó acceso a un exclusivo club del Atlántico Norte, con tan mala suerte que reprobó el examen de geografía y no lo aceptaron.

Pero no se rindió, continuó buscando nuevas calificaciones, con agencias de gran reputación y otras no tan conocidas pero que le seguían alimentando el sueño de ser el rey del país más moderno, más justo y más seguro.

Para mejorar su linaje, el rey presidente decidió casar a su hija, Economía, con un noble príncipe, pero como había tantos buenos partidos disponibles decretó que ella podía casarse con muchos. A estos acuerdos matrimoniales los llamó TLC. Por lo menos 18 príncipes iniciaron los diálogos para aspirar a la princesa, pero el más influyente era el príncipe Estados Unidos, de un poderoso reino un poco emproblemado con sus finanzas que buscaba mejorar negocios con la generosa dote de aranceles que el rey presidente ofreció a cambio de su hija Economía.

Poco a poco la princesa Economía selló sus reales votos matrimoniales con varios y apuestos príncipes, a los cuales ni siquiera conoció personalmente. Y como era de esperarse, la pobre Economía empezó a sentirse cansada y utilizada al estar en manos de tantos nobles herederos y entregarles su dote sin mayores retribuciones a cambio.

Desesperada, recurrió a su padre, el rey presidente, para pedirle que hiciera algo por su deteriorada infraestructura y les lanzara un salvavidas a los golpeados industriales antes de que sus múltiples esposos príncipes terminarán de consumirla completa.

El noble rey la miró con una sonrisa socarrona y le dijo: Mi querida Economía, ya no hay nada que hacer, ese es el costo de volvernos el reino más moderno, justo y seguro. Además, no te quejes porque gracias a tus distinguidos esposos podemos entrar a los clubes más exclusivos y todos nos recordarán como la Dinastía que más TLC logró en apenas 4 años. Además algunos de tus hijos serán rubios, de ojos claros y ya no tendremos que pagarles un colegio bilingüe para que aprendan inglés. Así que mejor te quedas callada y recuerda que al que quiere azul celeste, que le cueste.

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