Fue tan flojo el nivel del debate, que personajes de la
talla de Mauricio Reina y José Antonio Ocampo no tuvieron mucha carne para discutir.
Para mi gusto, se mostraron demasiado educados con sus anfitriones y se
abstuvieron de hacer críticas profundas a la falta de políticas empresariales
en el distrito. Pero sí advirtieron que otras ciudades, como Barranquilla,
Medellín y Cali ya avanzan porque cuentan con una alianza entre gobierno y
empresarios que les permite consolidar proyectos en lo económico.
El secretario de Hacienda, Ricardo Bonilla, se mostró dolido
con quienes criticaban la gestión en la ciudad y se armó de cifras para
demostrar que en la capital los que nos dan de comer son los banqueros, los
inmobiliarios, la alcaldía a través de los servicios sociales de salud y
educación, los comerciantes, los restauranteros y los hoteleros.
Para él lo de la desindustrialización no es preocupante ni
mucho menos. Sin embargo, aceptó que los manufactureros sí se han resentido en
los últimos años, básicamente por dos razones: el traslado de empresas hacia
los puertos y otros municipios cercanos a la ciudad, y la conversión de
industrias a comercializadoras. Pero como es un mal de muchos, pues
consolémonos como los tontos.
Lo peor de todo es que no tuvo cómo mostrar una sola cifra
sobre la evolución del sector servicios, al que pertenecen los bancos, los
inmobiliarios y todos los que generan los principales ingresos de Bogotá. La razón
es simple: en el Dane todavía no encuentran cómo cogerle la comba al palo con
estos sectores y apenas hacen algunos amagos con la Encuesta de Servicios.
Para contrastar su visión, Reina contó cómo de las 755 empresas
que empezaron a exportar a Estados Unidos el último año, 513 son de Bogotá y
casi todas de manufacturas, confecciones y agroindustria. Qué paradoja que unas
empresas enclavadas en lo alto de los Andes, con una infraestructura pírrica,
unos costos logísticos exorbitantes, en una ciudad que no valora sus aportes a
la economía regional se hubieran puesto en la tarea de alcanzar mercados en el
norte del continente. Pero para el señor Bonilla este asunto es de poca monta.
Que sigan así en la alcaldía, para que vean que a la vuelta
de dos años no les van a quedar industrias que les ‘regalen’ el ICA con el que
sostienen toda la parafernalia de la Cámara de Comercio de Bogotá y alimentan
las arcas de una alcaldía que piensa que para generar progreso social no hay
que incentivar al sector privado sino contar con programas de subsidios a
diestra y siniestra. El señor Bonilla se encargó de anticipar esta desgracia:
en el 2011 el recaudo de ICA del sector industrial cayó 2,6% y en el 2012 la
reducción fue del 6%. El sector financiero, en cambio, creció su aporte en
15,64%.
¿Saben en la alcaldía por qué crece el sector financiero en
Bogotá? Porque hay industrias que contratan empleados y necesitan servicios
financieros para continuar operando. A ver de dónde van a seguir sacando sus
utilidades en la capital cuando los industriales decidan que es mejor partir, o
volverse comerciantes antes que seguir siendo ignorados.¿Y ahora quién llora por Bogotá?
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