Crecer en ventas y en utilidades hasta el infinito y más allá. Esas
máximas, que generan titulares rimbombantes cuando los bancos y las grandes
empresas revelan sus resultados del año, fueron las causantes de la tragedia en
la que murieron 1.127 personas en Bangladesh. Pero no hay que ir tan lejos.
Ahora en Facebook circula una campaña contra una cadena de almacenes por sus
prácticas poco justas con proveedores y empleados. Y varios proveedores de
Jumbo, que recientemente empezó a operar los antiguos almacenes Carrefour, ya
advierten que las cosas pintan peor con los chilenos que con los franceses.
Para nadie es un secreto que las grandes marcas de ropa,
tecnología, vehículos y muchos otros productos, decidieron contratar en Asia
para disminuir sus costos de producción. Esa decisión empresarial, que ha
dejado a miles sin empleo y amenaza con dejar a otro tanto de colombianos
también en la calle, les ha generado una gran bonanza a varios países de la
región. A cambio, millones de
trabajadores viven hacinados y en pésimas condiciones de vida para que su país ‘compita’
exitosamente.
¿Qué pasó con el rollo de la innovación? ¿Acaso es un puro
cuento chino? Porque lo cierto es que más allá de la tan cacareada innovación
empresarial lo que realmente cuenta es bajar el costo de producción a como dé
lugar, especialmente, en la mano de obra. No hay confeccionista en Colombia que
no reconozca que le queda imposible competir en costos con algún país oriental.
Por eso los que hoy pueden competir y
sostenerse decidieron apostarle al mismo juego, y comprarles a sus enemigos
para equiparar costos.
Colombia firmó el TLC con Estados Unidos para no quedarse
por fuera de la moda, y el embajador de ese país ha reconocido que Estados
Unidos firmó con Colombia porque sabían que otras naciones ya nos habían puesto
el ojo para venir a inundarnos con sus mercancías fabricadas en Asia y querían
quedarse con su tajada del mercado. Con China no hemos firmado nada, pero no se
necesita porque el contrabando es tan efectivo que ya casi sobrepasa a los
americanos en el valor de sus importaciones hacia nuestro país.
Mientras tanto nuestros pequeños y medianos industriales
siguen emproblemados. Y no es sólo la competencia importada. Durante años las
grandes cadenas de comercio locales han mostrado una voracidad tan agresiva
como la que llevó a Bangladesh a canjear el bienestar de sus ciudadanos por
plata.
¿Qué nos quedará cuando no haya tanto dólar de la locomotora
minera y el presidente Santos se canse de hacer casas porque ya logró la
reelección? ¿Será que con las últimas cifras del Dane, en donde se reconfirma
la aguda crisis de la industria nacional, por fin en Palacio se dan cuenta de
que les toca trabajar seriamente por los productores locales en vez de
inventarse programitas con nombre de cantante vallenato? ¿Será que por fin
deciden crear el bendito ministerio de Industria, ojalá con un ministro tan
bueno como resultó ser Sergio Díaz Granados para firmar TLC´s sin considerar las
condiciones de la industria y el agro? ¿Y será que la Superintendencia de Industria y Comercio le presta atención a los comentarios sobre las políticas de las grandes cadenas sobre sus proveedores, que no han pasado de ser chisme de salón, para que aclare de una vez por todas qué es lo que pasa?
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