Mucha prensa generó nuestra noticia sobre la liquidación de Hernando Trujillo, portada de la edición 61 que ya está en circulación. Más allá del registro, queda la sensación de que a muchos colombianos nos dolió el final de esta firma, pero también es el campanazo de lo que está pasando en la industria nacional por diversos motivos. Dificultades en el proceso de sucesión, la invasión de productos extranjeros legales e ilegales a precios muy bajos y la falta de innovación son algunas de las razones en este caso. Cualquiera que haya sido el origen de la situación, a los empresarios nos toca asumir la cuota de responsabilidad por el futuro de nuestras compañías
Y así lo dijo en Hora 20 el empresario Arturo Calle, quien genera todo tipo de comentarios pero se destaca por su indiscutible éxito empresarial. Sus reflexiones me dejaron pensando, al punto que ayer con mi familia estuvimos discutiendo durante dos horas sobre la compra de un colchón: colombiano o chileno era el dilema. Ambos de calidades similares, precios parecidos y extras muy parejos. El chileno con tecnología alemana, el colombiano con tecnología usada por la NASA (según la hábil vendedora).
En mi cabeza la idea de comprar un producto importado me carcomía de culpa, pero a mi esposo otros asuntos menos nacionalistas le hicieron inclinar la balanza por el extranjero: garantía de siete años y el compromiso de cambio por un producto nuevo en caso de reclamacion por calidad. El colchón nacional solo ofrecía una garantía de 1 año y nada dijeron sobre el manejo de reclamos por defectos.
La excusa fue que el gremio de los colchoneros en Colombia tiene el compromiso de no ofrecer garantías superiores a un año. Es probable que la respuesta se la inventaran los vendedores para justificar el asunto pero el efecto fue el mismo, la sensación de que nada explicaba por qué se puede dar garantía de siete años sobre un producto que requiere de una inversión significativa. Y si fuera cierta, sería un acuerdo que va en contra de las normas de competencia vigentes en el país.
La decisión la dejé en manos de mi esposo ante mi incapacidad de decidir racionalmente. En todo caso, estas situaciones seguirán presentándose cada vez con más frecuencia gracias a los más de 10 TLC que el gobierno ha firmado o está en vías de validar con diferentes países. Entonces el lema de compre colombiano no bastará para que muchos de nosotros invirtamos nuestro dinero en la marca que nos parezca más conveniente por precio, calidad y valores agregados, como la garantía y la promesa de recambio.
Nos guste o no, las reglas del juego comercial cambiaron y si no podemos tomar medidas urgentes para adaptarnos y sobrevivir tendremos que prepararnos para un final parecido al de Hernando Trujillo, empresa de gran calidad que no pudo con la competencia local e importada por su incapacidad para reinventarse. Pero seguramente tendremos que desprendernos de la emocionalidad y empezar a clamar por la productividad, loque con toda seguridad, significarán menos empleos, más insumos importados y reducción de costos en muchos frentes.
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