Le tengo una propuesta al Presidente Santos para resolver el
tema de las Cajas de Compensación Familiar. Que me desmonte el pago del 4%
sobre mi nómina y yo les pago a los
empleados de mi empresa los 22.000 pesitos a que tienen derecho por el subsidio
familiar. ¿Qué tal? Si hacemos ese negocio, podré hasta subirles el sueldo y generar
más empleo, que es el compromiso del Gobierno. Y que los señores de las Cajas
se dediquen más bien a gestionar mejor sus activos en lugar de seguirse
rapiñando los $4 billones que les entregamos cada año los empresarios de este
país (ver la edición de Semana de ayer: La guerra de las Cajas de Compensación
Familiar).
Esta es solo una opción. Lo realmente urgente es pensar en
fórmulas que nos generen más eficiencia en el manejo de los costos laborales (que
en el caso de una empresa de servicios puede representar más del 60% de los
costos totales) y pongan a trabajar con eficiencia a los señores de las Cajas.
En la reforma tributaria creo que se equivocaron al plantear la flexibilización
de los aportes al ICBF y el Sena, yo
gustosa continuaría aportando para mejorar el futuro de los niños de este país
e incluso al Sena, pero lo que no entendí es por qué dejaron intactas a las
Cajas, que sí tienen con qué trabajar (centros deportivos, hoteles de lujo,
zoológicos, teatros, colegios, etc).
En el encuentro de las Cajas la semana pasada, en Cartagena
(que se financió con nuestros aportes), el ministro de Trabajo dijo que el
31,4% de los recursos de las cajas se usaban en los subisidios familiares (los
22.000 pesitos por cada hijo). Me causó curiosidad que no se dijera cuánto
entregaron en subsidios al desempleo (799.264 subsidios a julio pasado).
El economista Salomón Kalmanovitz, en su columna de El
Espectador del 2 de septiembre también dejó claro su malestar con estas
entidades: "Las cajas hacen un derroche inaceptable de recursos que en
últimas son públicos. Los hoteles que han construido son lujosos y caros, fuera
del alcance de los trabajadores; cuentan con zoológicos, parques acuáticos,
clubes con precios que discriminan a la mayoría de sus afiliados. Sus
droguerías y mercados atienden preferiblemente estratos 5 y 6".
Además destacó cómo dos de las cajas más poderosas de este
país, Colsubsidio y Cafam, sólo han tenido dos gerentes en toda su vida.
El
doctor Kalmanovitz, que es en mi opinión uno de los más brillantes y sinceros
economistas de este país (porque hay muchos brillantes pero muchos más
zalameros con el Gobierno), señaló que “las cajas son también el epítome del capitalismo compinchero:
personajes que reciben un privilegio del gobierno para operar con poca
competencia y con escasa supervisión sobre el manejo de recursos fiscales”.
La verdad, después de leer todo esto y de ver los boletines
de prensa que enviaron desde Cartagena, destacando lo importante que es seguir
aportándoles nuestra platica pero por ningún lado mostraron el impacto real
sobre el crecimiento del sector empresarial colombiano yo prefiero mi propuesta
de pagar los 22.000 pesitos. Y si el caso es de un fondo para vivienda
subsidiada, también se le tiene: armemos fiducias y pongamos esa platica allí,
todos los empleados van a saber cuánto hay, cómo se gestiona y podrán animarse
a pedir lo suyo para tener un techo propio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario