Y aunque toda excepción tiene su regla, no es difícil encontrar espíritu empresarial en chicos que han crecido en familias dedicadas a gestionar sus propias ideas. La seguridad con la que hablan, la visión que tienen y la disposición para afrontar el riesgo en todas sus formas es algo que admiro.
Algo muy distinto es lo que ve uno en quienes llevan demasiado tiempo como empleados o son hijos de juiciosos profesionales que han prestado sus servicios a otras empresas. En buena medida, porque nuestros propios padres se encargaron de inculcarnos la idea de que 'estar empleando' era más seguro que lanzarse a la aventura de crear empresa. "Algunas veces extraño que me llegue el chequecito a final de mes, para irme a mi casa y no pensar en nada más", decía una de las invitadas a un encuentro de emprendedores de alto impacto.
Incluso algunos comentaban cómo su familia se opuso a la decisión de 'abandonar' una vida segura como ejecutivo de una empresa reconocida para lanzarse 'irresponsablemente' a la incertidumbre de crear una propia.
En definitiva, muchos de los buenos empresarios se hacen en casa. Más allá de lo que nuestros padres piensen que es lo mejor para nosotros es fundamental trabajar en la cultura del emprendimiento para fortalecer ese espíritu. Porque lo único cierto es que hoy nadie tiene un empleo seguro.
Durante los dos años de mi MBA en los Andes conocí a varios de los más importantes ejecutivos de Colombia, gerentes generales de grandes compañías. Y me sorprendió descubrir que casi todos guardaban un terrible secreto: el miedo al desempleo. Ellos, que en público se mostraban tan seguros de su desempeño, en privado expresaban el temor a un despido cuando se acercaran a los 50 años o cambiaran las políticas de sus compañías. ¿Quién los contrataría a esas alturas de su vida? ¿Cuántos puestos disponibles podrían existir que pagaran los excepcionales sueldos y beneficios a los que estaban acostumbrados?
Uno de ellos intentó lanzarse al mundo del emprendimiento. Con un entusiasmo increíble, lo vi construir un atractivo plan de negocios para su idea. Todo estuvo listo en un mes...hasta que una tarde decidió sentarse a revisar sus cifras y concluyó que sólo un milagro lo llevaría a ganarse el fabuloso salario que recibía como gerente de una compañía de lácteos. Entonces el entusiasmo se esfumó. Hoy sigue en su importante cargo, disfrutando del poder que da tener un 'apellido' importante en su tarjeta de presentación pero muy seguramente con el mismo temor oculto a dejar de ser útil en unos cuantos años.
Y es que como decía la directora de Casa Ensamble, Katrin Nyfeler, hacer empresa es pa'machos. Un esfuerzo de largo aliento, que implica sacrificios pero también enormes satisfacciones. En una pequeña o mediana empresa hay que abrirse camino, construir marca de cero y demostrar que podemos ser los mejores aún en las peores circunstancias.
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