lunes, 25 de junio de 2012

Que se agarre la industria

No se trata de paternalismo, ni siquiera de la reacción de unas pyme plañideras. Pero lo que anticipábamos que sucedería sobre la industria con la reducción unilateral de aranceles, como preludio de los efectos de los Tratados de Libre Comercio, ya se está evidenciando: las manufacturas han comenzado a resentirse dando paso a importaciones de productos finales cada vez más fuertes y frecuentes.

Algunos podrían afirmar que este proceso va a beneficiar a los consumidores, que podrán escoger entre una amplia gama de opciones a menores precios. Y es cierto. Sin embargo, propiciarlo sin haber gestionado de manera efectiva el fortalecimiento del ecosistema de pequeñas y medianas empresas sólo envía una señal decepcionante de que en este Gobierno, por lo menos, se defienden los que pueden, es decir, los más grandes.

Ya nos lo habían anunciado quienes conocían la filosofía de Juan Manuel Santos, que este Gobierno estaría destinado a promover los grandes inversionistas y empresarios, que son en su opinión los únicos que pueden sacar la cara por el país en un escenario de alta competencia. Pero al Presidente se le olvidó que todos esos importantes personajes no representan más del 5% de las empresas del país y menos del 40% del empleo.

Ojalá tuviéramos un país basado en grandes industrias, aunque en una coyuntura como la actual ni siquiera Estados Unidos puede vanagloriarse de esto y vive aterrado frente a los avances de una economía como la China, en donde la baratísima mano de obra y las ventajas tributarias permiten producciones a precios irrisorios que arrasan con otros sistemas productivos.

Ahora ya nadie podrá detener a ese ‘animal grande’ cuyos pasos escuchamos apenas llegó Santos a la Casa de Nariño y decidió que tendríamos un muy eficiente Ministro de Comercio Exterior pero una pobrísima y miope gestión en Industria porque lo único cierto es que la Transformación Productiva requiere de otras medidas urgentes, mientras de manera paulatina se van sembrando los frutos de una estrategia diseñada para un largo plazo que hoy resulta incierto para muchas pyme.

lunes, 18 de junio de 2012

Mente innovadora, mente triunfadora

Sin premeditación he leído en los últimos meses las biografías de Alejandro Magno y Steve Jobs. Tan distantes en tiempo y circunstancias pero tan parecidos en ciertos aspectos que les imprimieron su carácter de líderes. De hecho, la forma en que Jobs recuperó las finanzas de Apple tras 11 años de ‘exilio’ ofrece lecciones que vale la pena conocer. Pero también la forma en que Alejandro gestionaba su talento humano es algo digno de admiración.

Innovadores: tanto el conquistador macedonio como el empresario tecnológico se distinguían por una insaciable producción de nuevas ideas. La obsesión de Jobs con hacer cosas diferentes se plasmó en el famoso lema  Think different con el que la compañía expresó su filosofía a partir de 1997. Alejandro cruzó montañas y ríos que hasta entonces fueron inexpugnables gracias  a su creatividad para sugerir alternativas a sus ingenieros pero también a su empeño por crear el imperio más grande jamás visto.

Tercos: Los dos fueron unos convencidos de que su misión estaba definida y tendrían éxito en ella. En pos de lograr su objetivo, idearon alternativas que les permitieron obtener el capital suficiente para financiarse, también se rodearon de los mejores. Como decía Jobs, él sólo quería tener en sus filas gente de primera. Y el rey macedonio contaba entre sus generales con la Cuadrilla de Alejandro, sus mejores amigos  pero también los más destacados guerreros así como algunos de los generales que acompañaron a su padre (Filipo II) en sus gestas conquistadoras.

Persistentes: Alejandro nunca abandonó sus planes de continuar conquistando tierras desconocidas, ni Jobs permitió que las circunstancias lo apartaran de sus planes por consolidar la compañía de tecnología más innovadora de la historia.

Perfeccionistas: Este rasgo, que en Jobs tenía una odiosa manifestación de neurosis, fue el que llevó a Apple a revolucionar el mundo de la música, los equipos móviles y la computación incorporando elementos de diseño únicos para satisfacer las necesidades de sus clientes. Alejandro admiraba las grandes obras de los artistas de las diferentes ciudades que conquistó, a tal punto que en su afán por incorporar estas ricas culturas adoptó muchas de las costumbres de los persas para ganar el favor de estos pueblos.

Pero así como hay elementos que vale la pena aprender, en busca de la consolidación empresarial, también en los dos hay tristes coincidencias.

Su salud les pasó cuenta de cobro: Tanto Jobs como Alejandro fallecieron por enfermedades que los atacaron en la plenitud de su vida productiva. Jobs achacó el cáncer de páncreas que padeció a sus intensas jornadas mientras trabajaba con Apple y Pixar. El rey macedonio murió de una intensa fiebre tras 12 años de campaña sufriendo lo indecible.

Sacrificaron sus familias: para ir en pos de esos grandes sueños los dos dejaron de lado a sus padres, esposas e hijos. A Jobs lo acusaban de ser frío y distante con sus hijos y esposa, dedicando casi todo su tiempo a su trabajo. Alejandro tuvo un hijo póstumo pues no deseaba entorpecer su campaña conquistadora casándose a temprana edad, además dejó a su madre y hermana durante los 12 años que duró su campaña.

Reventaron a su gente: Alejandro llevó a sus tropas a límites indecibles y a pesar de la lealtad que le manifestaban, dados sus rasgos de líder carismático que compartía con ellos todo el peso de la guerra, en los últimos años se generaron inconformismos por el cansancio. Jobs siempre exigió el máximo a su gente, la desafiaba constantemente y utilizaba términos desobligantes que le granjearon el poco aprecio de muchos de sus primeros socios y ex empleados, quienes reconocían que trabajar con él había sido una lección de perfeccionismo con un alto costo personal.

lunes, 11 de junio de 2012

Decisión de 'machos'

Para fortuna mía, estos meses he tenido un fuerte intercambio de ideas con emprendedores de alto impacto. Hombres y mujeres que han creado empresas de enorme potencial. Y en medio de sus experiencias no deja de sorprender el fuerte papel que el ADN desempeña en el perfil de un empresario.

Y aunque toda excepción tiene su regla, no es difícil encontrar espíritu empresarial en chicos que han crecido en familias dedicadas a gestionar sus propias ideas. La seguridad con la que hablan, la visión que tienen y la disposición para afrontar el riesgo en todas sus formas es algo que admiro.
Algo muy distinto es lo que ve uno en quienes llevan demasiado tiempo como empleados o son hijos de juiciosos profesionales que han prestado sus servicios a otras empresas. En buena medida, porque nuestros propios padres se encargaron de inculcarnos la idea de que 'estar empleando' era más seguro que lanzarse a la aventura de crear empresa. "Algunas veces extraño que me llegue el chequecito a final de mes, para irme a mi casa y no pensar en nada más", decía una de las invitadas a un encuentro de emprendedores de alto impacto.
Incluso algunos comentaban cómo su familia se opuso a la decisión de 'abandonar' una vida segura como ejecutivo de una empresa reconocida para lanzarse 'irresponsablemente' a la incertidumbre de crear una propia.
En definitiva, muchos de los buenos empresarios se hacen en casa. Más allá de lo que nuestros padres piensen que es lo mejor para nosotros es fundamental trabajar en la cultura del emprendimiento para fortalecer ese espíritu. Porque lo único cierto es que hoy nadie tiene un empleo seguro. 
Durante los dos años de mi MBA en los Andes conocí a varios de los más importantes ejecutivos de Colombia, gerentes generales de grandes compañías. Y me sorprendió descubrir que casi todos guardaban un terrible secreto: el miedo al desempleo. Ellos, que en público se mostraban tan seguros de su desempeño, en privado expresaban el temor a un despido cuando se acercaran a los 50 años o cambiaran las políticas de sus compañías. ¿Quién los contrataría a esas alturas de su vida? ¿Cuántos puestos disponibles podrían existir que pagaran los excepcionales sueldos y beneficios a los que estaban acostumbrados?
Uno de ellos intentó lanzarse al mundo del emprendimiento. Con un entusiasmo increíble, lo vi construir un atractivo plan de negocios para su idea. Todo estuvo listo en un mes...hasta que una tarde decidió sentarse a revisar sus cifras y concluyó que sólo un milagro lo llevaría a ganarse el fabuloso salario que recibía como gerente de una compañía de lácteos. Entonces el entusiasmo se esfumó. Hoy sigue en su importante cargo, disfrutando del poder que da tener un 'apellido' importante en su tarjeta de presentación pero muy seguramente con el mismo temor oculto a dejar de ser útil en unos cuantos años.

Y es que como decía la directora de Casa Ensamble, Katrin Nyfeler, hacer empresa es pa'machos. Un esfuerzo de largo aliento, que implica sacrificios pero también enormes satisfacciones. En una pequeña o mediana empresa hay que abrirse camino, construir marca de cero y demostrar que podemos ser los mejores aún en las peores circunstancias.

domingo, 3 de junio de 2012

Yo también quiero ser una Gacela

Todos los años me encuentro con ellos, les entrego premios, los escucho y trato de aprender al máximo todo lo bueno que hacen. Para empezar, me pregunto de qué están hechos. No hay uno solo que no haya pasado por una historia de crisis económica con la que, afortunadamente, aprendieron lecciones valiosas.
Sus empresas empezaron de la misma manera que muchas de nuestras pyme: con muchas ganas y escaso capital de trabajo. Pero lo que ha marcado la diferencia ha sido su agudo sentido de la estrategia de largo plazo. Claro, no se trata de empresas jóvenes, las mejores Gacela o por lo menos las más sólidas tienen más de 10 o 12 años en el mercado.
Estos gerentes han ido superando su escala de necesidades, sin perder de vista el imperativo de crecer más en ventas y conservar la rentabilidad. Ellos, contrario a lo que muchos pensarían, no están contentos con el confort o la estabilidad que les ofrece tener un mercado ganado. Por el contrario, tienen en su cabeza un marcado sentido de la urgencia que les impide sentarse sobre los laureles a disfrutar de lo cosechado.
Son personas 'maduradas' al fragor de las dificultades. Esto me recuerdo aquella frase que decía que los mejores siempre se forman en las peores circunstancias, contrario al sentido de bienestar que muchos buscamos en un mundo ideal en donde ojalá no existieran los problemas.
Lo mejor de esta temporada de gacelas es que siento renovado el espíritu empresarial; escucharlos contar sus historias de superación me llena de entusiasmo y de ánimos para continuar adelante convencida de que lo mejor siempre está por venir. ¿Qué otras lecciones me han enseñado estos gerentes sobresalientes? Aquí va apenas un breve inventario:
- Mejoramiento continuo: todo el tiempo piensan cómo ser más eficientes y productivos en lo que hacen ellos y sus empresas.
- Compromiso real con sus empleados: su empresa es parte de la familia, no importa si la gente se queda uno o 10 años, desarrollan un sentido de afecto por cada uno de ellos.
- Están dispuestos a sacrificar su ingreso por el bienestar de todos: en los momentos difíciles son los primeros que se ajustan el cinturón, incluso durante toda la vida de su empresa se asignan salarios moderados para no estrangular la caja de la empresa.
- Quieren una porción del mundo: están convencidos de que su producto o servicio es tan bueno que tendrán éxito en otros países y así se proponen llegar a nuevos mercados.
- Sin miedo al cambio: su capacidad creativa les obliga a idearse nuevas alternativas para su empresa, el cambio para ellos es una oportunidad no un riesgo.
- Fe en un ser superior: y aunque muchos no lo digan abiertamente, la mayoría tiene una profunda fe en un ser superior, sin importar cómo se llame. Este nivel de consciencia les ayuda a trascender y a superar  esos momentos de dificultades que a cualquiera lo llevarían a renunciar.