Durante varios años en mi familia consumimos el yogurt de una
importante empresa colombiana. Pero empecé a notar que las botellas empezaban a
quedarse casi llenas en la nevera así que un buen día dejé de comprarlas a ver
si alguien protestaba en casa. Pero nadie se quejó, así que ese producto salió
de mi canasta familiar habitual. Pensé que simplemente se habían cansado de
tomarlo hasta que mi hijo, que en ese momento tenía 14 años me dijo, “mami, no
vuelvas a traer ese yogurt, es muy dulce”.
Casualmente, durante dos años tuve como compañero de clases a un
alto ejecutivo de esa empresa de lácteos, quien era el responsable de los temas
comerciales. Una tarde, durante un receso, me acerqué y le dije: “¿Ustedes no
han pensado en bajarle el azúcar a los productos que hacen?”. El hombre me miró
con ojos de pena, e indagó el motivo de mi pregunta. Sin grandes adornos le
conté la experiencia, y le dije que realmente el sabor de sus yogures era tan
dulce que yo ni lo probaba.
Con una risita medio sarcástica, como quien mira a un pobre pelagatos
que no sabe de lo que habla, me respondió que nunca habían tenido problemas en
los focus group con el tema del azúcar y que no era un tema importante para su
empresa, además yo no era su target. Me quedé plop: Si una madre cabeza de
familia, profesional que trabaja no lo era, entonces ¿quiénes eran su target?
Allí quedó la cosa, yo dejé de ser cliente de ellos y continuamos
nuestra vida corriente sin el famoso yogurt. Lo más curioso es que me he topado
con al menos 10 personas en estos últimos cuatro años con las que hemos
discutido sobre el excesivo dulce de ese producto y en todos los casos, la
decisión ha sido abandonar el consumo. Supongo que ninguna de esas familias,
todas compuestas por profesionales con hijos en edad escolar, tampoco eran
parte del famoso target.
No es un secreto que el exceso de azúcar en diversos alimentos se
ha convertido en un dolor de cabeza para los sistemas de salud en todo el
mundo, especialmente en Estados Unidos, en donde la obesidad es un asunto
catastrófico. Diabetes, hipertensión, hipoglicemia y otras dolencias han sido
asociadas a la dieta gringa rica en productos azucarados. De hecho, durante los
viajes que he realizado a ese país he pasado muchos trabajos buscando un
desayuno saludable, libre de donuts, roscas y pastelillos chorreantes de salsas
dulces.
Personalmente, hace años que reduje el consumo de azúcar a su
mínima expresión, saqué las bebidas de cola de mi alimentación cotidiana y
nunca le he dado a mi hija pequeña un ‘jugo’ de cajita porque al leer las
etiquetas entendí que en realidad son aguas saborizadas y llenas de dulce, con
un mínimo contenido de fruta (si es que la tienen).
Por eso me dio mucha alegría la propuesta que surgió hace algunas
semanas de imponer un tributo extra a los productos o bebidas azucaradas
(gaseosas, según entendí). Y aunque no se ha vuelto a saber nada del proyecto
de ley, sí estoy convencida de que debe estarse dando un tremendo lobby por
parte de las multinacionales y grandes compañías locales que manufacturan estas
bebidas para evitar que se apruebe esa
iniciativa.
Ojalá en el Congreso tomen conciencia del gran daño que el consumo
excesivo de este tipo de ‘alimentos’ ocasiona en la salud de la gente y de la
ignorancia que hay sobre el verdadero contenido de los ‘jugos’ envasados. Es
más, estoy convencida de que los colegios deberían impedir la venta de estas
bebidas en sus tiendas, así como de las famosos leches saborizadas que no son
otra cosa que un montón de dulce líquido pues varios estudios internacionales
han asociado la hiperactividad y el déficit de atención al consumo de alimentos
azucarados.
¿Tiene alguna duda de esta última afirmación? Basta con que
recuerde el último cumpleaños de su hijo o de un amiguito al que le hicieron
fiesta, seguramente les dieron torta llena de dulce, gaseosas o jugos de
cajita, gomitas o masmelos y perro caliente. ¿No notó que después de un par de
horas la fiestica se convirtió en un tremendo relajo? ¿Los chiquitines
empezaron a correr como almas en pena, se accidentaron y agredieron a sus
compañeros?
Yo viví un par de esas fiestas, y en la última uno de los amigos
de mi hijo mordió fuertemente a una de las recreadoras que estaba organizando
las actividades. Ese día se le acabaron las fiestas de cumpleaños a mi hijo. Y
yo también tomé la decisión de bajarle el nivel de azúcar a mi familia, mi
esposo se queja de las aromáticas simplonas, y al jugo hay que ponerle un poco
de dulce porque si no habría un motín, pero no volvieron a entrar en mi nevera
yogures, helados ni otros alimentos extra endulzados de este tipo.
Y ahora ruego para que el famoso impuesto se haga legal a ver si
los ‘expertos’ de la industria alimenticia entienden que las tendencias de
consumo claramente muestran que se debe reducir el nivel de azúcar en alimentos
y bebidas, aunque sus ‘focus group’ digan otra cosa.
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