viernes, 21 de noviembre de 2014

¿Ahora es mejor ser pobre que rico?

Con la cascada de tributos para los ‘ricos’, que en realidad es la clase empresarial del país y la responsable de generar más del 80% del empleo, muchos empiezan a pensar que se trata de una campaña para combatir el popular adagio de que “es mejor ser rico que pobre”, de autoría de nuestro insigne ex campeón de boxeo, Kid Pambelé.

En el Gobierno de Santos resulta mejor ser pobre que rico: al que dice ser pobre le pagan el Sisbén, con el que muchas personas que sí tienen cómo aportar han logrado hacerse cirugías plásticas; también le dan casa gratis, mientras que a muchos trabajadores de clase media no les alcanzan los ingresos para juntar la cuota inicial para adquirir su casa y tampoco los dejan acceder a un subsidio de vivienda. Ahora también van a regalarles becas para que sus hijos estudien en las mejores universidades del país.

Definitivamente a los pobres les va a ir mejor: no tienen que preocuparse por el impuestos al patrimonio, ni por declarar renta, por cuatro años más seguirán recibiendo ‘regalitos’. Así ¿a quién le dan ganas de trabajar y superar la pobreza?

Y no me opongo a generar esquemas de apoyo para los más necesitados, pero no podemos seguir montando un esquema politiquero basado en regalos sin contraprestación. Las casas deberían ‘subsidiarlas’ para que el nuevo propietario pague aunque sea una cuota simbólica por su vivienda. A las personas que se vinculan al Sisbén deberían investigarla a ver si de verdad son pobres o tienen su guardadito (yo conozco varios personajes con casa, negocio y carro que se tiraron a la pobreza para no tener que pagar al régimen contributivo).

Y en cuanto a las becas, es una propuesta necesaria que sí cambiará nuestro país pero debería contemplar una devolución parcial de la beca por parte de los beneficiarios, cuando empiecen a trabajar, de tal forma que con esos recursos se beneficien otros muchachos con aspiraciones de salir adelante.


Señor Presidente, usted que creció en cuna de oro no ha entendido que lo regalado no se valora, tampoco le ha parado bolas al adagio aquel de que es mejor enseñar a pescar que dar el pescado. En mis años como empresaria he comprobado cientos de veces que, infortunadamente, el colombiano cumple al pie de la letra el dicho aquel de que ‘lo que nada cuesta hagámoslo fiesta’.

Deje de mirar a los pobres de esa manera lastimera, ellos tienen dignidad y solo necesitan de una manito para salir adelante. Y deje de estarle esculcando los bolsillos a la clase media trabajadora y a los empresarios sino quiere que a todos nos den ganas de ser pobres para que no nos aprieten con más impuestos.

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