En primer lugar, porque es innegable que el malestar que vive la industria sí le pega, y bien duro, al país. Según el último reporte de la Encuesta de Opinión industrial Conjunta, que realiza la Andi con varios gremios de la producción, para diciembre de 2013 “los principales obstáculos que perciben los empresarios en el desarrollo normal de su actividad son en su orden: baja demanda, alta competencia en el mercado, contrabando y competencia desleal, tipo de cambio, costo y suministro de materias primas, infraestructura y costos logísticos, y bajos márgenes de rentabilidad”.
Y para varios de ellos no hay una clara solución de corto plazo. Aún le queda un largo camino por recorrer a la Ley Anticontrabando, las obras de infraestructura críticas apenas arrancan, con la reciente devaluación continuarán encareciéndose los insumos para buena parte de las empresas colombianas y los nuevos competidores extranjeros continuarán llegando, bajo el amparo de los 13 TLC vigentes y los cinco suscritos que ya se están implementando.
Y lo más preocupante en el mediano plazo son las ‘mechoneadas’ que con toda seguridad se presentarán en el Senado ahora que el Centro Democrático logró una alta representatividad y tendrá que enfrentarse a los proyectos del oficialismo, que apoyarán el partido de la U, los liberales y buena parte de los conservadores. ¿Será que en esa guerra de egos logrará preservarse el interés nacional sobre los odios particulares?
Ojalá así sea, por el bien de nuestro país, por el futuro de nuestros empresarios colombianos y por el beneficio de ese 70% de empleos que dependen de la salud de las pequeñas y medianas empresas, quizás las más expuestas a este coctel de amenazas.
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