Que muchos
empresarios afiliados a la Andi estaban inconformes con el estilo de Luis
Carlos Villegas es un secreto a voces. Pero más importante que examinar las
conductas del que será el nuevo embajador de Colombia en Washington, es definir
el tipo de liderazgo que requiere este gremio, que más parece una colcha de
retazos que una asociación industrial.
Hace 16 años
Villegas recibió un gremio netamente industrial y hoy entrega una amalgama de
intereses económicos, que intenta representar a productores y
comercializadores. Lo absurdo de esta mezcla se refleja en su sigla, que sigue siendo Andi a pesar de que se hace llamar Asociación Nacional de Empresarios.
Ahora que el
‘monarca’ abdicó es importante que los afiliados se pellizquen y
definan qué representante necesitan pues la industria enfrenta tiempos
difíciles desde hace varios años. El primer requisito es que ojalá se trate de
un empresarios de verdad, que entienda los retos que enfrentan en un país que ahora compite
con las organizaciones más modernas e innovadoras del mundo.
La
responsabilidad no es solo de lobby, también requiere una aplicación juiciosa para
que a los afiliados los apoyen en materia de cultura empresarial, capacitación
de alto nivel y programas de innovación que se apalanquen en los recursos que
manejan entidades como el Fondo Innpulsa, que hasta ahora sólo han sido
utilizados por empresas que de manera espontánea han decidido aplicar.
En un
reciente foro organizado por el Consejo Privado de Competitividad se mencionaba
la ausencia de indicadores de productividad aún en las más grandes firmas del
país. Pues bien, ahí hay otra tarea pendiente.
Nadie puede estar tranquilo en
un mundo con una competencia cada vez más encarnizada y un país con un entorno
agresivo en muchos frentes (infraestructura deficiente, bajos niveles de bilingüismo
y altos costos de producción, entre otros factores). Es el momento de aprovechar el papayazo para que la Andi de nuevo Ande para los industriales.
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