La llegada de Esteban Piedrahita a la Cámara de Comercio de
Cali es una gran noticia. Se trata de un hombre con una sólida formación
académica y experiencia en el campo gubernamental. Como director de Planeación
Nacional conoció en detalle todos los intríngulis de la cosa política y saben en
dónde es que se tienen que oprimir botones para que sople el viento a favor de la región.
Lo curioso es que muchos pensaron que Piedrahita había
decidido aislarse del panorama nacional cuando regresó a Cali. Incluso aún
varios le preguntan cómo se le ocurrió devolverse para la provincia. La
respuesta es sencilla: él bien sabe que tenemos todo el potencial del mundo en
esa fértil tierra, tan desaprovechada hasta ahora y tan golpeada por la
narcocultura que todavía tiene alienada a buena parte de nuestra juventud.
Y al frente de la Cámara tiene todas las posibilidades de
lograr cambios profundos en varios frentes. Por una parte, tiene que volver a
levantar la fe del empresariado vallecaucano, especialmente de los industriales
que a pesar de tantos golpes se mantienen como el grupo más representativo de
la manufactura a nivel nacional.
Pero además de impulsar los cambios, Piedrahita tiene que
empezar a contárselo a todo el mundo porque sin querer restarle méritos al
empuje paisa, gran parte de la admiración que despiertan es porque manejan la
estrategia de la gallina: cada que ponen un huevo cacarean como si hubieran
puesto mil.
En cambio el vallecaucano se queda mudo. ¿Cuántos saben que
en el Valle se va a construir el Parque de tecnología y negocios Zonamérica,
con 18 edificios y 138 mil metros cuadrados de oficinas? ¿Y que también
tendremos el primer centro tecnológico de la industria automotriz? Y estas son
apenas dos de las grandes noticias que tienen por contar.
Claro, también necesitamos embajadores en todo el mundo,
especialmente en Bogotá porque parece que algunos periodistas nacidos allá se
bogotanizaron tanto que a la menor oportunidad le sacan los trapitos al sol a
la ciudad. Para la muestra, el botón del error en la palabrita durante los
Juegos Mundiales, que dio para tremendo escándalo. Pero casi nadie mencionó que
todas las delegaciones se fueron felices, no hubo un solo asalto a los invitados,
y que en las escasas ocasiones en que se reportó la pérdida de costosos equipos,
estos aparecieron en cuestión de minutos gracias a la solidaridad de los
caleños que se propusieron dejar en alto el nombre de la ciudad.
Qué bueno que además de ser la capital de la salsa y el
deporte, Cali ya empezó a entender que lo tiene todo para ser la sede de los
negocios a nivel nacional e internacional: buenas universidades, un clima
ideal, la topografía adecuada para cualquier proyecto de expansión empresarial
y el carisma de su gente, que de verdad recibe con los brazos abiertos a todos
lo que llegan a compartir negocios, conocimientos y buena fortuna con ellos.