Hace algunas semanas entrevisté al nuevo alcalde de Cali, Maurice Armitage. Me sorprendió su energía, la vitalidad que irradia a sus 70 años y el convencimiento de que es posible hacer grandes cosas por el progreso de la ciudad. Previamente investigué sobre su vida y una de sus frases me dejó pensando mucho. Contó sus inicios con la compra de una sociedad en quiebra, que luego se transformó en la Siderúrgica de Occidente (Sidoc). En conjunto con el hermano de Augusto López (ex Bavaria) pusieron la plata para esa iniciativa, que fue luchada y en la que al cabo de un tiempo “el socio perdió la fe” y se retiró.
Fue esa frase la que, precisamente, me movió el piso porque hacer empresa realmente es un acto de fe, aquí y en cualquier lugar del mundo. Pero va mucho más allá. Es la capacidad de creer en lo que uno hace, de ver un futuro positivo como resultado a nuestros esfuerzos. Es tener la fortaleza mental para levantarse cada día convencido de que se van a lograr las metas, aunque sean peldaño a peldaño.
Por eso no resulta extraño preguntarse ¿cómo anda mi fe en mi emprendimiento? Tener fe cuando todo marcha bien es sencillo: los clientes compran, hay plata en el banco, los planes marchan. Pero ¿qué tan fácil es mantener la fe cuando las cosas van en contra? Es claro que las empresas viven ciclos, como todo organismo vivo. Y en esos ciclos es cuando la fe genera la fuerza necesaria para continuar adelante. Reinventarse, evaluar el camino y actuar es parte de ese proceso.
Pero el ingrediente principal sin duda alguna es la fe: ¿de verdad estamos comprometidos con nuestro proyecto empresarial?¿es esencial para cumplir con nuestras metas de vida?¿creemos en lo que hacemos?¿estamos cumpliendo con un propósito más allá de generar nuestros ingresos para vivir?
Ya que estamos ad portas del cierre de año bien vale la pena que nos preguntemos ¿Cómo anda nuestra fe por estos días?
No hay comentarios:
Publicar un comentario