Cientos de filósofos, serios y baratos, han asegurado que la
felicidad no radica sólo en alcanzar o conseguir cosas sino en vivir con
intensidad el proceso de lograrlas. Si
aplicamos este concepto a las estrategias que realizan muchos colegios con el
fin de mejorar sus resultados en las pruebas Saber 11 y, con ello su
posicionamiento en el ranking de establecimientos educativos, podríamos
encontrar una buena guía para evitar que en ese intento los muchachos sufran
las presiones por alcanzar un mejor puntaje en lugar de disfrutar el proceso de
aprender.
Y es que con una comunidad más informada sobre los resultados de
las pruebas, se comienzan a evaluar aspectos que antes no eran tomados en
cuenta. Bien recuerdo que cuando iba a entrar al colegio los criterios clave
para elegirlo fueron la cercanía a la casa, el valor de la pensión, y la
disciplina que impartieran. En esas
condiciones, llegué a un colegio de monjas, cuyo concepto de disciplina se
basaba en revisarnos de pies a cabeza, verificar las tareas, cuidar nuestros
vocabulario, llevarnos a misa todos los viernes y registrar en un carnet las
fallas que encontraban.
Hoy los criterios han cambiado para muchas familias: una buena
infraestructura en donde haya espacios para el deporte, el arte y la cultura,
proyecto de bilingüismo, proyecto pedagógico sólido y educación en valores, que
no es lo mismo que la disciplina a la que hacían referencia nuestros padres.
Por eso no podemos reducir la evaluación de un colegio a su
posición dentro de un escalafón. Tampoco podemos negar que las mediciones son
útiles y sirven para generar mejoras porque lo que no se mide no se gestiona,
pero algunos colegios están llegando al extremo con prácticas ‘indelicadas’ con
sus alumnos, a continuación presento sólo algunas que me han comentado algunos
padres y funcionarios:
-
Filtrar en octavo grado a los
alumnos con desempeños bajos para presionarlos de manera soterrada y llevarlos a
cambiar de colegio, a fin de evitar que lleguen a grado once y le ‘dañen’ el
promedio al colegio.
-
Contratar consultores
expertos para que preparen a los muchachos desde grado noveno y los entrenen en
la presentación de las pruebas, al mejor estilo robot, y sin tener en cuenta el
proceso de aprendizaje genuino.
-
Pedirles a los alumnos con
bajos rendimientos académicos que están en grado once que se presenten a la
prueba Saber 11 a título personal y no a nombre del colegio.
Medir es positivo, pero siempre y cuando lleve a los líderes educativos
a evaluar a conciencia cómo reforzar su propuesta pedagógica, de tal forma que
la ubicación en un escalafón determinado sea el resultado de un excelente
proceso de gestión educativa y no la meta por la que se sacrifica la alegría de
aprender.
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