Yo, que vengo de una familia humilde cuyos orígenes estaban
más cerca del campo que de la ciudad, siempre me he cuidado de padecer el ‘síndrome
del levantado’, esa fea dolencia en la que el afectado después de escalar
ciertos peldaños sociales y económicos lucha
a brazo partido por ingresar a los círculos más exclusivos, esos lugares en
donde luego de chequear los antecedentes genealógicos lo miran como a un gusano
venenoso. Después del oso internacional que acaba de pasar Juan Manuel Santos,
con su anuncio fallido de ingresar a la OTAN, he concluido que tiene un caso
grave del ‘síndrome del levantado’.
Y es que esta dolencia se padece hasta en las élites, en
donde también hay niveles, es algo así como una monarquía moderna en la que
según tus orígenes sociales o el tamaño de tu billetera te dan un título real.
Hay duques y duquesas, condes y condesas, príncipes y princesas, pero lo peor
es ser dama de compañía, que es el caso de muchos ‘levantados’ que no alcanzan
a llenar los exigentes requisitos para alcanzar un título ‘nobiliario’,
comprarlo o emparentar legalmente con
alguien de sangre azul.
El Presidente Santos, a quien no le falta abolengo social,
económico y político en Colombia, está desesperado por ser aceptado en esos
exclusivos círculos internacionales a los que sólo entran quienes cuentan con
las debidas credenciales de desarrollo, billetera y ‘modernidad’.
Además del desatino diplomático, porque Colombia está bastante
lejos el Atlántico Norte, esta movida lo único que refleja es la aspiración de
un presidente de país en desarrollo a compartir manteles con los mandatarios
del primer mundo, cual típico levantado estrato 4 que lucha por ser aceptado en
el Club El Nogal aun cuando va a empeñar hasta la camisa para comprar la
acción.
Sin duda alguna, la euforia de ser admitido para el proceso
ante la OCDE llenó de confianza a nuestro Presidente, que ahora quiere a
diestra y siniestra inscribirse en los clubes internacionales de mayor
prestigio. Ojo, que el trabajo que se viene con la OCDE es grande, allá es
diciendo y haciendo, y con lo que hemos visto de Santos en estos dos años y alguito
de mandato es que se habla bastante pero se ejecuta muy poquito.
La verdad, el palo no está para cucharas pues los resultados
del sector privado en el 2012 fueron realmente malos (según nuestro análisis
sectorial de la Edición Gacela que circulará la próxima semana). Los
empresarios están listos para actuar, se han concientizado pero se requiere de
un Gobierno pragmático y comprometido que deje de mirar hacia afuera, a ver en
qué otro TLC nos embarcan o en qué Club nos reciben para ir a estrenar corbata.
Aquí le toca al doctor Santos bajarse de su brioso corcel y empujar la
infraestructura, actuar bajando los costos de producción y anticipar
situaciones de crisis para que deje de improvisar ante cada paro o protesta de
empresarios enojados.
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