La relación entre un emprendedor y su empresa es como un matrimonio por amor.cuando se empieza hay que comprometerse a estar juntos en las buenas y las malas, en la salud y la enfermedad y todos los demás votos que se dan cuando llega la hora de unirse a otra persona. Pero así como se goza esa primera etapa de enamoramiento, llega la realidad cuando la adrenalina de los primeros años se empieza a apagar y estar juntos ya no es lo mismo.
Una cualidad de muchos de nuestros emprendedores es que realmente se enamoran de sus empresas, otros son más racionales y ven su iniciativa como una relación por conveniencia, en la que estarán juntos hasta que un inversionista los separe. Este último estilo caracteriza mucho a los americanos, sin embargo podemos encontrar ejemplos de apasionados romances entre dueño y empresa. Quizás el más reciente el de Steve Jobs con Apple, y ya se conoce bien el resultado de esa tumultuosa pasión: ¡hoy Apple es la compañía más valiosa del mundo!!!
Como en cualquier matrimonio moderno, Jobs tuvo su período de crisis, con un divorcio involuntario, durante el cual entregó todos sus afectos a Pixar Studios logrando convertirla en verdadero polvo de oro, la época más gloriosa de la productora de dibujos animados llegó de la enamorada mano del difícil empresario.
Como Apple sin Jobs perdía su rumbo, la reconciliación se dio y con ella el definitivo impulso de una compañía que nos ha cambiado a muchos la manera de usar la tecnología en nuestra vida diaria, laboral y personal.
Ese mismo sentimiento de entrega y desvelo lo acabo de ver en los primeros empresarios que recibieron el reconocimiento Gacela Misiónpyme 2012 en Pereira, el pasado 13 de septiembre. Matrimonios de 40 años, en Sayonara, y otros de apenas 8 y 12 años, en Centralquipos y Cedicaf, demuestran que es posible mantener viva la llama del amor por nuestras empresas.
¿Las vicisitudes de la vida le están haciendo dudar de la solidez de sus sentimientos por su pyme? No pierda la fe, como respondió el difuntos Stephen Covey cuando un hombre le preguntó qué hacía porque ya no amaba a su mujer: ámela, le respondió. Dándole la lección más realista para mantener viva la llama. El amor es una decisión, así que levántese todos los días y piense en todo lo bello que le de su empresa: la posibilidad de crear, de ser libre, de crecer, de ayudar a otros y de construir un país mejor para su familia y las de sus empleados.
Pero si definitivamente el vínculo está roto y usted ya no tiene voluntad para seguir adelante, preséntele a un buen partido que logre ver en ella todo eso que algún día usted también vio.
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