viernes, 19 de junio de 2015

Que llegue la competencia

Frente a mi casa hay una sede de la cadena de gimnasios más conocida del país. Y allí entrené durante varios años de manera entusiasta hasta que al quedar embarazada de mi segunda hija suspendí mi disciplina. Han pasado cuatro años desde entonces y nadie me ha llamado a preguntar por qué no volví.  Recientemente cambiaron el piso y ampliaron el salón de clases grupales para justificar el incremento de la tarifa con una nueva segmentación que no existía.

Pero como es la única opción decente en el sector donde vivo la demanda es alta. Ahora sólo ruego que pronto les llegue la competencia para que los obligue a recordar que existe un concepto clave en todo negocio: servicio al cliente.

No soy la única que ha vivido esta experiencia. Con mi esposo pensamos que ya se parecen más a una aerolínea que a un gimnasio porque sobrevenden la sede con la esperanza de que menos del 50% aparezca por allá. En las horas de alto flujo (a partir de las 5 pm) no les cabe un alma. El ambiente es pesado y lo manejan con ventiladores que esparcen olores poco agradables. Los equipos de entrenamiento están apiñados en un salón ampliado a las malas.

Hace dos meses quise probar de nuevo y compré un bono de Groupon, con una tarifa razonable (un 40% más económica que la nueva ofrecida tras la ‘remodelación’). Pero las clases de rumba, que tanto disfrutaba, me parecieron monótonas, sin novedad. Me sentí como en una película de hace cinco años, con la misma música y el mismo ritmo.

Además, ‘casualmente’ para la fecha de vigencia de la promoción iniciaron la famosa remodelación así que el mes de gimnasio se redujo a dos semanas porque cuando quise ir durante los días de obra el ruido, el polvo y el olor a químicos hacía imposible realizar el entrenamiento. Ese hecho ’inesperado’ incrementó mi decepción.

La competencia duele, pero es sana. Y a esta cadena que ha ganado premios y reconocimientos le hace falta una buena dosis de competencia para que empiecen a valorar a sus clientes y dejen de ‘marranearlos’.


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