Dicen que existen dos tipos de miedos:
el que paraliza y el que moviliza. Infortunadamente, parece que a la mayoría de
los seres humanos nos afecta el miedo paralizante. En este orden de ideas
quiero recomendarles a los empresarios que por favor no se asusten frente a las
noticias que a diario escuchamos sobre la debacle económica que se avecina.
Pero no se trata de hacer oídos sordos
a las catastróficas predicciones de expertos locales e internacionales. Creo
que ya ha corrido suficiente tinta sobre los riesgos que enfrenta nuestra
economía, pero si continuamos escuchando más noticias miedosas nos vamos a
quedar definitivamente paralizados esperando que llegue ese tsunami económico.
No les voy a recordar las múltiples
variables que están conformando este peligroso coctel. Quizás lo único positivo
es que esta vez la construcción seguirá adelante como política contracíclica
del Gobierno, y esperamos que la desaceleración no golpee el empleo al punto de
afectar la cartera hipotecaria que se ha conformado en los últimos años de Mi
Casa Ya.
¿Ya reviso su estructura de costos?
¿Evaluó los precios que paga por su materia prima? ¿Tiene claros los valores
agregados de sus proveedores? ¿Tiene concentrado su mercado en una sola región?
¿Ha planeado tener productos para diversos segmentos de consumidores? ¿Tiene
bien evaluadas las inversiones y el costo del endeudamiento este 2016?
Más que lamentarnos por lo que se
acerca, mejor formulémonos las preguntas adecuadas o poderosas que podrían
marcar la diferencia entre sucumbir cuando la crisis arrecie o mantenernos e
incluso crecer en medio de la tormenta. Alguna vez uno de los diversos
consultores con los que he trabajado me explicó el significado de preocuparse:
aquel estado de ánimo que aparece antes de ocuparse de un asunto complejo. Y me
dio la mejor receta para evitar las preocupaciones: Ocúpese cuanto antes de la situación
antes de que le atormente.