Con el
crecimiento de las ciudades y el incremento en el costo del suelo muchas
empresas, especialmente las de servicios que son intensivas en mano de obra se
ven hoy enfrentadas al dilema de reinventarse el modelo de trabajo para ser más
eficientes en el uso del tiempo de sus empleados y rentables en la gestión de
sus recursos disponibles. ¿Será el teletrabajo la respuesta?
En el
inevitable ‘desarrollo’ de las capitales nos vemos enfrentados a duras
realidades. Por lo menos una hora abordo de un bus para ir a trabajar y,
después, regresar a la casa es el promedio que se gastan muchos bogotanos a
diario para cumplir con los horarios establecidos por sus empleadores. Y los empresarios deben lidiar con los costos
de arrendamiento en una ciudad que ve cómo los precios de la finca raíz crecen
sin compasión, mientras la rentabilidad es cada vez más difícil de conservar.
En este
escenario, que pinta más escalofriante con el incremento del parque automotor,
la posibilidad de implementar el teletrabajo surge como una opción viable y
deseable para lograr tres objetivos:
1. Descongestionar la ciudad, con un
impacto deseable en movilidad y descontaminación.
2. Mejorar la calidad de vida de los
empleados, que podrán ser más productivos desde sus hogares, en jornadas razonables
y con una dedicación completa a sus obligaciones.
3. Contribuir a la rentabilidad de las
empresas, toda vez que se ahorrarán costos de arrendamiento, insumos de
operación y podrán obtener más productividad de su personal.
Esto, que
pinta tan bien tiene sus implicaciones, y bien grandes como el generar cultura
y metodologías para el trabajo en casa entre sus futuros teletrabajadores.
También se deberían gestionar ciertos riesgos que han sido advertidos por
empresas pioneras en este modelo:
- la baja de la creatividad
- la incapacidad para trabajar en equipo
cuando se requiere
- la disminución de oportunidades de
ascenso y mejora salarial para los teletrabajadores
Pese a los
riesgos, creo que llegó el momento para que, por lo menos en Bogotá, las
empresas que podemos hacerlo empecemos a implementar el modelo del trabajo
porque de lo contrario la ciudad colapsará, y con ella nuestros empleados que
intentan cumplir con sus compromisos en el caótico día a día de una ciudad que
no ve la luz al final del túnel de su crisis de movilidad.